La Imagen

Polisemias, redundancias y una breve aproximación.

La imagen es el resultado de la percepción humana. De múltiples significados, visuales y mentales, su esencia resulta tan polisémica como su materialidad misma. Porque una imagen vale más que mil palabras, se expresa popularmente; y es porque la imagen es acción, reacción y de ningún modo indiferencia. El poder de la imagen está en conectar los mundos de la razón y de los sentidos. Servir como puente y vincular con algo superior, un acto de creación. Pero hoy, en un mundo sobresaturado de información visual, ¿qué poder tendrá? 

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Una de mis primeras impresiones al recordar mis primeras propias impresiones, son las grandes impresiones relacionadas a esas primeras imágenes. Sin un afán “meta-divagador”, valga la triple redundancia a un tema que resulta tan esencial como extenso, tan “meta-físico” como paradigmático. Como fuese, impresión entendida como acción de imprimir o como sensación que suscita el ánimo, ambas impresiones se pueden entender de diferentes maneras y ninguna pierde calidad significativa para describir una palabra tan polisémica —y también polémica— como la imagen. 

Ciertamente, el concepto de imagen tiene más de un significado, y así lo expone Joan Costa, investigador y diseñador español, quien expone en su libro La imagen Global que la palabra “Imagen” es tan polisémica como la imagen misma. Hay imágenes visuales, sonoras, poéticas, literarias; fijas y animadas; materiales y mentales, y también tantas clases de imágenes como medios para obtenerlas (1989).  

Todas estas acepciones cobran sentido cuando aludimos a expresar una realidad. Una cultura de la imagen mediante denotaciones manifiestas en un mundo saturado de información visual y connotaciones que validan hasta la percepción colectiva sobre una sociedad construida en base a acuerdos culturales. Para indagar en esta definición y comprender con mayor claridad, es que debemos explorar algo más en los orígenes de su significado. Definamos.

Imagen como representación e imaginación

La palabra “Imagen” proviene del latín imago, —de la misma raíz im, imitare— que es la representación figurada ya sea visible o audible de un modelo original. De esta misma raíz etimológica también viene la palabra “Imaginación”, y es la que expresa Aristóteles en su Tratado del Alma cuando cita que El alma nunca piensa sin fantasmas, —phantasma que a la vez proviene de phantasia, traducida hoy como imaginación—. 

La misma raíz etimológica de phantasma proviene de phaos, que significa luz, y como tal, es un configuración abstracta impalpable a medio camino entre la lógica y lo experiencial. Emana así, el significado “Imagen” e “Imaginación” como términos semejantes a la luz, y que en cuya lógica puede alumbrar, pero al mismo tiempo desaparecer y perderse en la más misteriosa confusión. Y aunque con posterioridad han derivado hacia cosas aparentemente distintas, ambas palabras comparten un mismo significado que servirá para dilucidar el propósito de este análisis. 

Emana así, el significado “Imagen” e “Imaginación” como términos semejantes a la luz, y que en cuya lógica puede alumbrar, pero al mismo tiempo desaparecer y perderse en la más misteriosa confusión.

Ambos conceptos están estrechamente vinculados semánticamente; y es aquí donde se debiese hacer el hincapié como elementos centrales de todo acto creativo. Pues atendiendo al acto que cada vez que pensamos y sentimos, creamos una realidad, podemos afirmar también que toda acción que surge del pensamiento y de la emoción, es un acto creativo. Es decir, tanto la imagen como la imaginación son propios de la creatividad. 

Ya sea como ímpetu o impulsos conceptuales, o como antecedente o como recurso; explorar en detalle los niveles más profundos de estos significados, permitirá comprender mayormente las ideas que estas dos palabras desprenden y que se encuentran entre estas dos realidades de toda actividad humana.

Un camino entre lo real y lo ficticio

Tal como se mencionó, la imagen es una representación figurada. Representación que se refiere a una doble presentación de una existencia; o también a una copia o réplica de algo. Aquí se capta mejor que la imagen es la imagen de algo que la preexiste. Por tanto, es una realidad que se desarrolla entre lo real (el modelo) y lo ficticio (la representación).

Aristóteles refuerza la concepción de un tercer componente intermedio, mediante la idea anteriormente expuesta, pues no es posible pensar ni sentir sin una imagen de por medio. Es decir, cada vez que se piensa o se siente, se hace gracias a este fantasma que es la imaginación.

Con esta descripción más detallada, se puede iluminar mejor el terreno. Los territorios de la imagen acaban siendo lugares inexplorados y desconocidos. Imagen e imaginación pertenecen al mundo de lo real, pero también a lugares concurridos por diversos tipos de abstracciones relacionados con ideas de verdad que se escapan, o que simplemente no existen; fantasías, ideales. Ambas palabras resultan inexactas y fracasan cuando aspiran a poseer materialidad.

Imagen e imaginación pertenecen al mundo de lo real, pero también a lugares concurridos por diversos tipos de abstracciones relacionados con ideas de verdad que se escapan, o que simplemente no existen; fantasías, ideales.

Sin embargo, estos phantasmas de la imaginación no son manifestaciones recientes. Desde los inicios de la civilización las batallas surgen debido a que las sociedades requieren con urgencia que sus realidades se hagan presente; y es aquí donde estos puntos de encuentros se frustran y no logran llegar a una verdad visible. Experiencias al respecto hay miles, y tanto para bien o para mal, siempre se han logrado acuerdos que tienen directa sincronía con algún tipo de imagen o imaginación.  

Sin ir más lejos, profundizar en la filosofía de Immanuel Kant, es confirmar estos efectos. No olvidemos que la realidad se resume en que el ser humano no puede ver el mundo real; y basta con este veredicto final para consolidar todo. 

La imagen como vínculo entre dos mundos

Kant, el gran pensador alemán, establece la sentencia final a la realidad. Da por terminado el debate sobre lo establecido y sobre lo manifiesto y cierra para siempre la posibilidad de alcanzar una noción clara acerca de la verdad. Cualquier intento de ver el mundo real, se hará entonces desde terrenos desconocidos e inexplorados para la condición humana. Deberán asumirse los límites que separan lo real de lo ficticio, y todo se transformará a partir de ahora, en “re-presentación”; en imagen.

Dentro de esta imposibilidad del mundo real, aparece esclarecedor el pensamiento de Régis Debray, filósofo francés, quien expresa que la imagen no existe en sí misma. En su obra Vida y muerte de las imágenes, plantea interesantes puntos con respecto a esta misma, señalando con esta inexistencia su especial naturaleza simbólica

Este carácter simbólico de la imagen, otorga definiciones certeras y bajo esta descripción se desprenden cualidades propias de todo símbolo. Comprendemos que todo lo simbólico es un transporte hacia otra realidad, un viaje de exploración que busca en otras latitudes existencias conciliadoras cargadas de sentido.

En el debate y en el intento de ver el mundo real, y en medio de esta aceptación constituida solo por barreras para el entendimiento humano, frente a la resistencia por este dictamen que no acepta navegar solamente dentro de los límites establecidos, surge el símbolo como respuesta a esta problemática. Un medio.

La imagen es un vínculo. Una unión entre una realidad material y una ideal que funciona como puente entre estas realidades de dualidad milenaria.

De este modo, todo símbolo funciona como mediación. Por lo tanto, toda imagen e imaginación, funciona también como mediación. La imagen es un vínculo. Una unión entre una realidad material y una ideal que funciona como puente entre estas realidades de dualidad milenaria. Una acción benéfica que ayuda al entendimiento y que bien sirve para consolidar ideas y civilizaciones.

El poder de la imagen

La naturaleza simbólica de la imagen abre nuevas perspectivas, pues en definitiva el poder del símbolo, es también el poder de la imagen. Se comprende con mayor claridad este nexo hacia una idea, una representación perceptible que adquiere fuerza en medio de un pacto social. Muchas veces abstracta, otras tantas evidente, la imagen en síntesis, es signo de la cultura. Una representación de energía vital que configura las vidas de las sociedades.

Muchas veces abstracta, otras tantas evidente, la imagen en síntesis, es signo de la cultura. Una representación de energía vital que configura las vidas de las sociedades.

Este signo de cultura se manifiesta con firmeza porque la imagen domina la escena de la civilización humana, acentúa las tradiciones y forja las historias individuales y colectivas de las personas. El poder de la imagen, o este poder simbólico producto de una imaginación que decreta verdades, ha prevalecido desde siempre; porque la imagen domina, extiende sus territorios como sentencias frente a percepciones que nunca quedan indiferentes. 

La imagen provoca, más allá de una simple percepción; es acción y reacción, pues si bien es un resultado de una captación visual, es capaz de estremecer el panorama personal y social de la existencia. Regula y organiza nuestra experiencia sensible, pero también desmantela y cuestiona con el propósito de conferir nuevos sentidos a un entendimiento siempre en búsqueda y captura de nuevas recompensas mentales y sensoriales.

Imágenes visuales
e imágenes mentales

Después de establecer estos breves significados que sirven para dilucidar mejor estas perspectivas, volvamos a fijar algunas otras definiciones. Debray se pregunta por qué fue la imagen y no otra cosa. Qué conforma a la imagen que la hace tan polémica. Qué habrá más allá o qué otras afirmaciones podemos desprender más allá de sus alcances.

Dentro de un ámbito limitado de conocimiento, queda claro, se hacen necesarias descripciones más prácticas para el saber humano. Conocer nuestros alcances mediante categorías o repasos históricos, para encajar piezas que tal vez aún quedan por dilucidar

De esta manera, volviendo a la descripción que hace Joan Costa podemos graficar mejor este objetivo. Costa agrupa las diferentes clases de imágenes en tres grandes categorías. Imágenes visuales; imágenes de dos dimensiones y figuras o formas materiales que reproducen la realidad. Imágenes mentales; producidas en la imaginación y en la memoria como resultado de las percepciones externas subjetivadas por el individuo. Y finalmente una clasificación más específica en el ámbito corporativo como son las Imágenes de empresa, relacionadas también con representaciones mentales asociadas a valores de marca. 

Sin escapar de esta última clasificación, es interesante vislumbrar la naturaleza mental de todas estas representaciones, pues si bien las imágenes visuales se exteriorizan por medio de objetivos en dos dimensiones, como grafismos o fotografías, es inevitable establecer semejanzas de conformación esencial. 

En definitiva, ¿no es todo producto de representaciones mentales?

Cabe preguntarse cuánto hay de imagen mental en cada imagen visual, atendiendo a la experiencia que surge siempre de una subjetivización y que dota una realidad mental siempre personalizada. En definitiva, ¿no es todo producto de representaciones mentales? Sin ir más lejos, ¿no es toda la realidad producto de una imagen mental?

Antes de la palabra fue la imagen

Por otro lado, un conocimiento más práctico también tiene relación con los contextos en que se presentan; y comenzar a indagar sobre los orígenes de la imagen, hará encajar aún más las piezas. Aunque suene arduo, establecer hechos específicos acerca de una probable “Historia de la Imagen”, servirá como guía para una comprensión más elaborada. 

La célebre frase Antes de la palabra fue la imagen, atribuida a Herbert Read, es un fiel reflejo sobre los orígenes remotos e inciertos de las imágenes. Aunque tampoco es un gran misterio que antes de todo intento de formación de cualquier sociedad, e incluso mucho antes de un establecimiento de una lenguaje como medio de comunicación, ya estaba presente como nexo entre realidades aún desconocidas.

Por este origen desconocido, resultaría explicativo encontrar similitudes con una conocida Historia del Arte y establecer así ciertas proximidades con una historia de la imagen. Sin embargo, debido a las diversas naturalezas o definiciones de cada periodo, resultaría un recorrido bastante extenso. Además de ser bastante elemental, permitiría solo encasillar estas expresiones visuales; y comenzar tal vez, por un periodo clásico, moderno y proseguir con uno contemporáneo, solo serviría para limitar la mirada hacia un cierto modo de pensar.  

La historia de las cosas que representan otras cosas

Volveré a los planteamientos de Régis Debray para graficar otra forma de ver. Según este autor, la historia del arte debe desaparecer ante la historia de lo que la ha hecho posible. Según este planteamiento, sugiere que existen otros códigos que pasan inadvertidos frente a una altisonante historia dirigida por retóricas estéticas, que generalmente están vinculadas al poder. Se debe enfocar la atención en el ojo común o en la mirada general, en aquellos códigos invisibles que forjan un recorrido de los que miran sin pensar.

Se debe enfocar la atención en el ojo común o en la mirada general, en aquellos códigos invisibles que forjan un recorrido de los que miran sin pensar.

La atención en la mirada que ponemos en las cosas que representan otras cosas, revelaría así una historia de la mirada. Olvidar el lenguaje de la estética para descubrir la verdadera originalidad de lo visual. Planteamiento que resulta ser un acercamiento bastante ilustrativo considerando la naturaleza polisémica de la imagen. Puesto que una revisión debe considerar diferentes vertientes, la historia del ojo no se ajusta muchas veces a la historia de las instituciones. Una pragmática en el campo de lo sensible. 

Debray señala tres eras o etapas importantes, denominadas también mediasferas. Cada una de ellas con su propia temporalidad, sus características varían según el periodo histórico y estas no tienen que ver con objetos, sino con formas de mirar. Estas son la mirada mágica, la Logosfera. La mirada estética, la Grafosfera. Y la mirada económica, la Videosfera. Estos tres modos representan tres imágenes, tres medios; el ídolo, el arte y lo visual.

Logosfera

Esta etapa tiene como régimen al ídolo. Se presenta después de la aparición de la escritura hasta la invención de la imprenta. Se relaciona con el Ser por medio de la presencia, por tanto es trascendente. Tiene como objeto de culto el santo, quien responde con un “Yo os protejo”.

El ídolo no es igual al original, porque es una imagen de lo divino. Así, no vale por su forma, sino por lo que representa. Estos tipos de imágenes son realizadas por personas con oficios siempre anónimas, y según como ve la realidad natural, la comunidad lo acepta; pues no corresponde a un significado estético, sino de creencias.

Grafosfera

Esta etapa tiene como régimen el arte. Se presenta desde la invención de la imprenta hasta la aparición de la televisión en color. Se relaciona con el Ser por medio de la representación, por tanto es ilusoria. Tiene como objeto de culto lo bello, quien responde con un “Yo os complazco”.

El arte es producto de la libertad y surge la obra de las personas frente a su creador. El artista deja de ser anónimo y reafirma su individualidad, cuya colectividad reconoce. La mirada transforma la imagen, se separa de las creencias mitológicas, reduce el simbolismo y se vuelve más real. Así aparecen significados propios y nace una cultura. 

Videosfera

Esta etapa tiene como régimen lo visual. Se presenta después de la aparición del mundo audiovisual y se mantiene hasta la actualidad. Se relaciona con el Ser por medio de la simulación, por tanto es numérica. Tiene como objeto de culto lo nuevo, quien responde con un “Yo os sorprendo”.

La imagen es solo imagen, incluso sin soportes materiales. Se vuelve digital, luminosa y repetitiva. La obsesión es la reproducción y la comercialización, que provoca una competencia típica de los nuevos modelos de desarrollo económico. La imagen se ha frivolizado, es menos sublime y carece de valor significativo.

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LOGOSFERAGRAFOSFERAVIDEOSFERA
IMAGENVIVA
Un ser
FÍSICA
Una cosa
VIRTUAL
Una percepción
REFERENTELO SOBRENATURAL
Dios
LO REAL
La naturaleza
LO EJECUTANTE
La máquina
METAPROTECCIÓN
(y salvación)
La imagen capta
DELEITE
(y prestigio)
La imagen cautiva
INFORMACIÓN
(y juego)
La imagen es captada
NORMAYO ENSALZO
(una fuerza)
Según el cánon
YO CREO
(una obra)
Según el modelo
YO PRODUZCO
(un acontecimiento)
Según mi modo
CULTOEL SANTO
(yo os protejo)
LO BELLO
(yo os complazco)
LO NUEVO
(yo os sorprendo)
OBJETIVOA TRAVÉS DE
LA IMAGEN
La videncia transita
MÁS QUE
LA IMAGEN
La visión contempla
SOLO
LA IMAGEN
El visionado controla

Cada una de estas etapas es un medio de vida y pensamiento, forma parte de una cosmovisión, una ideología y un horizonte diverso de miradas. Un ecosistema de la visión. Ninguna cualidad es superior a otra y entre medio no se contrarian. 

Estas tres etapas no se sustituyen unas por otras, sino que se pueden complementar y coexistir en espacios y tiempos semejantes. Hoy en día incluso, se constata en la inmediatez de la vida; el hecho de mirar y convivir con distintas visiones, que se desconectan o reemplazan. Es intercambiar miradas al tiempo que se cambia la velocidad.

Una imagen final

Ciertamente hay mucho que analizar en la historia de las imágenes, de la imaginación, de la mirada, del ojo que ve sin pensar. Todas ellas generan impresiones que remiten a otras grandes impresiones y así son percibidas redundantemente en escenarios “meta-infinitos”. 

Porque la imagen está presente en todos lados. Imagen e imaginación surgen a diario como manifestaciones creativas, afloran constantemente, adquieren poder y se repiten a cada instante apostando como motor de la realidad. Esta idea reiterativa, asociada a esta impresión constante, juega además con la manera de ser experimentada, sin encasillar en modos estrictos o normas de existir, para expandir aún más sus posibilidades.  

Se desarrolla tolerante, necesaria y siempre abierta a nuevas interpretaciones; dispuesta a dejar registro a todo nivel, intelectual y sensitivo, como huella humana factible y tangible de toda cultura.   

Sin embargo, cabe preguntarse hoy por estos fenómenos. La era de la videosfera abre nuevas interrogantes en una cultura plagada de imágenes. Efímeras y breves, a ritmos de mercados vacilantes y donde muchas pierden valor al momento de nacer. De duraciones milésimas, hoy las imágenes se han privatizado, subjetivizado, pero también han ido retomando personalidades religiosas mediante nuevos actores sociales. 

Hoy todo es imagen. Habrá que prever cuál es su futuro en un mundo sobresaturado de información mágica, artística y visual. Cuál será el rumbo de estas creatividades que se complementan y desarrollan, pero que también complejizan y saturan las miradas. ¿Seguirán impresionando como una primera vez? ¿Existirá capacidad para almacenar tanta experiencia? 

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La imagen conforma la realidad. Gran parte de todo lo que moldea a las sociedades se configura de representaciones simbólicas que despiertan los ánimos e improntas humanas. Una imagen polisémica con diversos significados para que valgan todas las redundancias posibles y generar así nuevos y futuros actos de creatividad. Un afán esencial. Una impresión constante. 

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BIBLIOGRAFÍA:
ARISTÓTELES. (2014). Acerca del alma. Madrid: Gredos.
COSTA, J. (1987). La imagen global. Barcelona: Ediciones CEAC.
DEBRAY, R. (1994). Vida y muerte de la imagen. Barcelona: Paidós.
KANT, I. (2002). Crítica de la razón pura. Madrid: Tecnos.

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